Puede que el COVID-19 sea el mayor desafío de nuestras vidas. Como tal, ya está cambiando nuestras actitudes y comportamientos, obligando, así, a las empresas a reaccionar. Sin embargo, esta necesidad de dar respuesta a los cambios no acabará una vez desaparezca la inmediata amenaza del virus.
Trasládate a septiembre. Imagina que todo ha vuelto a la normalidad. Que podemos vernos las caras y que el papel higiénico o la harina vuelven a ser fáciles de encontrar. Pero todo ha cambiado. El COVID-19 ha cambiado para siempre la experiencia que implica ser cliente, empleado, ciudadano o incluso persona. Nos enfrentamos a un cambio de comportamiento generalizado que perdurará.
¿Cómo ha cambiado nuestra forma de pensar? ¿Cómo afectará esto al modo en el que diseñamos, comunicamos, construimos o ejecutamos las experiencias que las personas necesitan y desean? Las respuestas a estas preguntas dependerán de cómo los individuos, familias y grupos sociales, todos ellos fuentes de innovación creativa, dibujen sus nuevas formas de vida.